Ese día iremos en bici a dar un paseo por el mar. Llevaremos una cesta llena, en la que no faltará tu vino. Yo una chaqueta y tu alguna sudadera para cuando nos quedemos contemplando la puesta de sol como hacíamos en Zahara escuchando aquel grupo de flamenco…
Dormiremos en algún lugar con tocador de bambú y tonos pastel. Con Sábanas de hilo y toallas enormes. Con alfombras persas, apliques en las paredes y una luz nueva para nosotros. Cestas de mimbre y estrellas de mar. Cada día un recuerdo sobre la mesita de la entrada. Habrán pasado algunos años, pero la sensación será la misma.
Ese día veremos la vida en verde, en azul o algún color que nos recuerde al mar. Buscaremos los mejores cuadros, los que más nos inspiren y haré composiciones mientras miras alguno de esos panfletos que yo me empeño en no hacer caso. Oiremos música que nos haga reír porque siempre te inventas las canciones y contaremos esas historias que sólo nosotros retenemos en un lugar especial de la memoria.
Tendremos una idea brillante, o dos o tres. Y por el camino, ese señor que nos miraba tras sus gafas redondas y amarillentas, se acercará para contarnos una historia curiosa. Años con el mismo atuendo, en la misma silla del mismo bar de la mima playa, contemplando. Una vida con pocos lujos pero las mayores alegrías. Meses trabajando con madera y conchas y una carrera profesional que pasó desapercibida ante los ojos de los demás de la que algunos se aprovecharon. Días de apuros, fin de mes, hijos que crecen y un sinfín de problemas que según él no hicieron más que reforzarle. A él y a Mariana, así es como se llamaba.
Hablaremos durante un largo rato, hasta que la luz cambie y nos demos cuenta de que todavía no hemos comido.
Él nos llevará a un restaurante de allí, de los de verdad. Que cuando llegas casi ni te preguntan, porque allí se come lo que hay. Un lugar que cuando entres te sorprenda, por lo pintoresco de sus muebles, sus detalles, y esa chica que despacha detrás de la barra con un mandil de lunares y un moño en lo más alto que no deja de sonreír. Todos los platos serán distintos, los vasos, las jarras…Pero cada uno será más especial que el otro. Y la comida…qué decir de la comida, cuando la puerta del lugar en cuestión estará llena de barquitos pesqueros y sólo olerá a mar.
Seguirá con sus historias, que tras los engaños de la madera y tras años de sacrificio se compró un barco. Un barquito pequeño, pero en aquél entonces su hogar. Y allí pasó parte de su vida, con Mariana y el pequeño de sus hijos. Y navegaron, visitaron ciudades, pueblos y lugares maravillosos. Se marearon, se les rompió el barco, y ella comenzó a vender las alfombras que tejía para ganar algo de dinero. - Gracias a Mariana- contará. Y yo me imaginaré un camarote blanco con puertas azules y alfombras de Mariana, sillas de colores, detalles de esos viajes…
Pero días más tarde esa chica con mandil de lunares, nos contará la verdadera historia de ese hombre solitario, que un día compró un barco pesquero y vivió a caballo entre sus fantasías y la realidad. La mitad del día sentado mirando a través de sus redondas gafas amarillentas y contando las historias que su desgasta imaginación le permite, y la otra mitad saliendo a pescar en su barquito pesquero; Mariana.
Las preciosas imágenes son de la colección primavera verano de Zara Home.(www.zarahome.com)
Podéis ver la anterior y sus historias aquí.
BONNE JOURNÉE!!